En los años que llevo conversando con personas de distinta condición, profesión y edad suele ser común de que todos se quejen de no tener paciencia frente a las personas que los rodean o frente a situaciones que tienen que vivir o “soportar”.

Pareciera que cuando Dios nos creó se olvidó de poner en nuestro corazón esas gotas de paciencia que son necesarias para saber navegar en este mundo tormentoso con paz y tranquilidad.

Perdemos la paciencia en las filas de los bancos o cuando alguien nos cita y no llega a la hora. Perdemos la tranquilidad cuando las cosas no salen como nosotros queremos o como esperamos. Hoy nadie quiere esperar, todos quieren las cosas al instante y que las cosas se ordenen y sucedan como a mí me gustan.

Lo más fácil para saber qué significa una palabra es ir al diccionario. La definición que se encuentra es la siguiente:  la paciencia es la capacidad de sufrir y tolerar desgracias y adversidades o cosas molestas u ofensivas, con fortaleza, sin quejarse ni rebelarse. También dice que es la disposición para tener calma o tranquilidad para esperar.

¿Será que la paciencia es una virtud importante para un líder profesional? ¿Tengo la paciencia suficiente para tolerar las fallas o defectos de mis colaboradores o compañeros en mi vida laboral?