Last dance: El "liderazgo" de Michael Jordan

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En toda mi etapa escolar a fines de los 70 y hasta mediados de los 80´s jugué baloncesto. No fui de los mejores, fui un jugador normal. Sin embargo disfruté del juego de mi equipo muchísimo y considero esa etapa de mi vida como algo que me formó en la persona que soy en este momento. Por eso cuando se estrenó la serie Last Dance sobre la vida de Michael Jordan me preparé adecuadamente para verla con toda la tranquilidad y la expectativa de un fan de Jordan. Fui a ver espectáculo deportivo y lo encontré.

 

Sin embargo la serie ofrece otras miradas de la vida de MJ, entre ellas, la función o el rol de líder de un equipo como los Chicago Bulls que es considerado por muchos el mejor equipo de la historia de la NBA y por lo tanto del mundo.  Inmediatamente, como muchos advirtieron, no se pueden sacar conclusiones muy positivas sobre el tipo de liderazgo ejercido por MJ. No fue un ejemplo de liderazgo. Muchos testimonios de ex jugadores de baloncesto acreditan que MJ fue un excepcional jugador, sin embargo para amoldarte a él y a su estilo tenías que “soportarlo”. Y esto no es propiamente lo que se espera de un líder.

 

Ante esto me surgieron algunas preguntas: ¿Es posible tener un excepcional talento, de esos que son como Midas que todo lo que tocan se convierte en oro, y ser capaz de un liderazgo humano que se ponga al servicio de los demás? ¿Se pueden conjugar ambas realidades, ser considerado casi un dios en alguna disciplina o profesión y por otro lado tener la disposición para no encumbrarte pisando y tratando mal a los demás?

 

Considero que la respuesta la encuentro en la humildad cristiana. San Pablo - gran apóstol de la Iglesia - en su I Carta a los hermanos de Corinto afirmará con agudeza: “Pues ¿Quién te hace superior a los demás? ¿Qué tienes que no lo hayas recibido? Y si lo has recibido ¿Por qué te enorgulleces como si no lo hubieras recibido?” (I Cor 4,7). La persona humilde sabe perfectamente que cualquier talento o capacidad que tenga la ha recibido, es un don (regalo) que le ha sido dado, para su desarrollo personal pero por sobre todo para el servicio y beneficio de los demás y de la sociedad. En ese sentido, el humilde considera que todos son valiosos y poseen una dignidad que los hace únicos e irrepetibles. No se trata de ser excepcional. Se trata de trabajar con honestidad e incansablemente por los demás.

 

Hoy vivimos tiempos muy difíciles y complicados. Junto con la pandemia del Coronavirus, especialmente en Ecuador, ha explotado otra pandemia que es peor y mata más gente que la anterior y es la pandemia moral. La corrupción, la falta de liderazgo político y social en todos los ámbitos es lamentable. Casi podríamos decir que no se salva ninguno. Se duda si se pueden unir dos palabras: política y honestidad. Como nunca en este tiempo se necesitan líderes íntegros, honestos, confiables, que consideren a cada ecuatoriano como lo más preciado y que consideren el dinero público como sagrado. Líderes comprometidos que quieran sacar adelante un pueblo sencillo y humilde que solo tiene la pretensión de vivir en familia, trabajar y hacer el bien. Líderes que puedan comprender este camino es lo que necesita el Ecuador y el mundo. Si muchos líderes humildes de diversos ámbitos se unieran con este propósito se haría factible el cambio del mundo y del Ecuador. 

Imagen de Odoo y bloque de texto

 Psic. José Alfredo Cabrera Guerra

 Main Coach en Humane Instituto de Negocios.

 Comisionado del Comité de Formación de Humane Instituto de Negocios.